domingo, 13 de noviembre de 2011

Las Euménides

Las tres Erinias personificaron la ira femenina en la mitología griega, durante tiempos en los que se cuestionaba, incluso, el valor de la maternidad.

Erinias para los griegos, Euménides o “Bondadosas” para Orestes, las Solemnes, las Venerables, las diosas locas, cualquiera de sus nombres causaba escalofrío.
Y es que cómo no temer a las tres hermanas, Alecto, Tisífone y Mégera, cómo no aterrarse de sus cuerpos oscuros con alas membranosas, de sus colmillos caninos, de sus cabelleras de serpiente, de sus látigos y sus antorchas, si su apariencia era menos terrible que el castigo que inflingían.
En aquella Grecia en la que no había quien hablara por la mujer, el mito de las Erinias era todo cuanto quedaba como defensa.

Las hijas de Gea

Cuando Crono castró a su padre Urano esperando que no tuviera más descendencia, arrojó los testículos al mar. Pero no contaba con la exagerada fecundidad de la Madre Tierra, que al contacto con la sangre brotada de la herida engendró a las tres Furias.
Así, originadas por una llaga, las Erinias vivían en perpetuo dolor y los actos de los hombres lo incrementaban. Las afrentas a la familia, principalmente a la madre, les resultaban intolerables.
Por propia voluntad o por atender a un llamado emergían de su casa en el Infierno para perseguir al culpable y torturarlo mediante sus propios remordimientos.
El sufrimiento mental alcanzaba un nivel tan agudo que inevitablemente el acusado llegaba a la locura.


El joven Orestes, por ejemplo, en la tragedia de 
Esquilo, resuelve cobrar venganza de su madre Clitemnestra quien había asesinado a su padre Agamenón.


Las Furias persiguen a Orestes

La familia era claramente disfuncional, Electra, la hermana, incluso dio nombre a un complejo. Pero ante los ojos de las Erinias ninguno de los miembros de la malhadada familia era tan culpable como el muchacho. Nada podía justificar el asesinato de una madre, nada.
De manera que se arrojaron sobre Orestes para castigarlo día y noche, persiguiéndolo a donde quiera que fuera.
Ni el beneficio de lavarse las manos ensangrentadas le fue concedido. La Furias eran implacables. Dormían a su lado para vigilar a quienes querían acercarse.
Orestes, que lo probó todo, cuanto sacrificio propiciatorio había en el libro, hasta arrancarse un dedo de un mordisco, comenzó a perder la razón. Tenía lapsos en los que aullaba como perro perdiendo todo contacto con la realidad.
Tal era la justicia de “las Bondadosas”.

Atenea y Apolo contra las Erinias

Pero si bien el juicio de las hermanas podría criticarse de parcial a favor de las mujeres, el criterio de los dioses olímpicos no era exactamente neutral.
Atenea fue la primera en apiadarse del matricida. Orestes regresaba de su periodo de destierro y dirigiéndose a la diosa abrazó su imagen en su templo de Atenas. Las Furias, que lo habían perdido por unos momentos, no tardaron en alcanzarlo jadeando.
Entonces dieron cuenta de su crimen ante el pueblo de Atenas. Pero sucedió que Atenea junto con el dios Apolo consideraron que el criminal merecía un juicio, más aún se propusieron a sí mismos como sus abogados defensores.


La maternidad segun Apolo

Aquel sería un proceso para recordarse. Apolo abrió la defensa con el imposible alegato que argumentaba la falta de relevancia de la madre.
La madre, a decir del dios, no era más que el surco inerte en el que el marido depositaba su semilla. El padre por lo tanto era el único progenitor que merecía respeto.
El asesinato cometido por Orestes, a decir de Apolo, no era sino una trivialidad, un asunto sin importancia, vamos, como atropellar accidentalmente a un perro.
Increíblemente, semejante defensa ganó el juicio.

Las Furias y la fertilidad de la tierra

La sentencia absolutoria arrancó gritos a las Euménides. Ante tal injusticia amenazaron con dejar caer una gota de la sangre de sus corazones sobre la tierra, lo que la volvería estéril y arruinaría las cosechas destruyendo a la gente de Atenas.
La advertencia amilanó a Atenea que se vio obligada a utilizar la lisonja e incluso el soborno.
Si las Erinias concedían en no cumplir su dicho les otorgaría una cueva especial para que fueran adoradas e instalaría nuevos ritos con el fin de que se les rindiera culto.
Aquella oferta resultó demasiado tentadora para las hermanas que finalmente cedieron.

Las Erinias para el escritor Robert Graves

De acuerdo con Robert Graves, autor de Yo, Claudio y del polémico libro La diosa blanca, el mito narrado por Esquilo da cuenta de un acontecimiento real.
El culto a los dioses masculinos había ido cobrando fuerza y desterrando las antiguas creencias matriarcales. La oferta de Atenea había sido en realidad un ultimátum dado a las sacerdotisas de las Erinias también seguidoras de la antigua Triple Diosa.
Si no aceptaban la opinión de que la paternidad era superior a la maternidad perderían el derecho a cualquier clase de culto.
La derrota sin embargo no fue total. Existen otras versiones de la misma historia, en las que las Furias continuaron persiguiendo a Orestes.
La Triple Diosa estaba oficialmente vencida, pero aunque Esquilo no lo quisiese reconocer en el inconciente colectivo su icono continuaba palpitando.

Alecto (en griego antiguo Ἀληκτώ, ‘implacable’) es una de las Erinias (o Furias de la mitología romana), hermana de Tisífone (la vengadora del asesinato) y de Megera (la celosa).
Según Hesíodo, era hija de Gea (la Tierra) fertilizada por la sangre derramada por Urano (el Cielo) cuando fue castrado por Crono.
Alecto es la Erinia encargada de castigar los delitos morales (tales como la cólera, la ira, la soberbia, etcétera), sobre todo si son delitos contra los mismos hombres. Su función es muy parecida a la de Némesis, con la diferencia que esta última castiga los delitos morales contra los dioses.

Megera (idioma griego: Μεγαιρα, significado: «La de los celos» o «La celosa»). Según la mitología griega es una de las tres Erinias, diosas infernales del castigo y la venganza divina. Se considera que Megera es la más terrible de las tres Erinias, pues es ella es la encargada de castigar todos aquellos delitos que se cometen contra la institución del matrimonio, especialmente los de la Infidelidad.

Tisífone era la Erinia encargada de castigar los delitos cometidos por asesinato: parricidio, fratricidio y homicidio.
Un mito cuenta que Tisífone se enamoró de Citerón, y terminó provocando su muerte por mordedura de serpiente, concretamente de una de su cabeza.



FUENTES: 

http://glup2.blogspot.com/2010_03_01_archive.html

http://paola-jauffred-g.suite101.net/las-furias-grecoromanas-a9772#ixzz1dZVWJmyf

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