viernes, 23 de abril de 2010


La Quimera

Gustavo Alberto Cuallo González

“La muñeca abrió los ojos.”

ALEJANDRA PIZARNIK (Devoción, 1965)


Personajes

ÉL

ELLA

DOROTEO

DOROTEA

GATO MUERTO

FLORES

PÁJARO

SIRENAS ALADAS

ÁRBOLES

Ella está sentada sobre caballo blanco, mirando al horizonte mientras Él entra con un gato negro muerto en la mano derecha y un sombrero de pavo real.

Él: Ya está todo listo querida.
Ella: Eso espero, este caballo no ha terminado de ponerse rojo entre mis piernas.
Él: Pero te he dicho, mujer, que debemos mantenerlo blanco, sino no combinará con el gato.
Ella: ¿Y tú piensas que dejaré que mi pequeño Doroteo se suba a un caballo blanco con aquel gato negro? No creo que la elocuencia y transición del tiempo depare la vida y la muerte de lo que depende su viaje. Es el rojo lo que le llevará a vivir y recrear sus sueños de pasión, el deseo de superar aquella línea entre lo dulce y lo salado; ¡sus raíces de sales y sus raíces masculinas de la infinita sociedad!
Él: Aún así sigo pensando que el blanco luce mejor.
Ella: (indignada) ¿Pero que nunca me escuchas? (Sale.)

Durante esta discusión el caballo había cambiado, en forma transitoria, de un color blanco a un rosa tono carne hasta el momento que ella se baja.

Él: Vaya… creo que ese tono está bien. (Él acerca el gato negro al caballo para comparar tonalidad).
Doroteo
: (Entra) Padre, estoy listo para partir.

Él: (Entusiasta) Muy bien Doroteo, toma tu gato y caballo, te espera un largo viaje.
Doroteo: Pero padre, creí que sería un caballo rojizo, este tono es más pálido. ¿Dónde está mi madre?
Él: Ha partido al camino de lo dulce, pero no te preocupes tú irás por el sendero de lo salado.
Doroteo: ¿Salado?
Él: Sí.
Doroteo: ¿Por donde?
Él: Por la derecha.
Doroteo: ¿Cerca del mar?
Él: Así es.
Doroteo: ¿Con el gato entre las piernas?
Él: No.
Doroteo: ¿Entre los labios?
Él: No.
Doroteo: ¿Entonces?
Él: En la cabeza.

Entra Ella

Ella: ¡Hijo mío!, es hora de que partas, pero permíteme sentarme sobre tu caballo para dejarlo completamente rojo.
Él: No mujer, si así está bien, es una clara combinación del rojo y blanco.
Ella (explosiva): ¡Infame!, (viendo con ira las plumas del sombrero que Él lleva puesto) creo que tus plumas se están quemando.

Él sale corriendo, asustado.


Ella: Hijo mío, quiero que sepas que de los caminos a tomar nunca vayas por el sendero de lo salado o de lo dulce.
Doroteo: ¿Entonces madre? ¿Qué camino tomaré si no es uno ni el otro?
Ella (como si la última pregunta le hubiera recordado algo que ya había vivido, viendo al horizonte): ¡Rayos! , ¡Creo que he dejado a Dorotea junto a la estufa!
Doroteo: ¿Junto a la estufa?, no querrás decir, ¿sobre la estufa?
Ella: Sí, tienes razón hijo mío. Pero aún no huele a arroz quemado.

Ve a Doroteo y lo abraza, ambos se sientan sobre una banca de huesos

Ella: Sabes… Dorotea siempre ha sido tan blanca y pálida cuando estás en casa. (Silencio.) Por lo general debo ponerla sobre la estufa aunque se irrite y se desespere. Pero es necesario para que tenga el color adecuado. (Silencio.) Además, nunca está de ánimos para salir cuando estás descansando en el castillo. (Silencio.) (Meditando, como si el pensar le provocara jaquecas) No comprendo porqué de estas cosas tan absurdas.

Durante todo este pensamiento, Doroteo se ha visto incómodo y avergonzado.

Doroteo: Madre… necesito pedirte algo antes de partir.
Ella: ¿Qué es, Doroteo mío?
Doroteo: Quiero llevarme a Dorotea conmigo…

Ella queda perpleja sin saber que decir.


Doroteo: … y quiero cambiar el color del caballo a un tono verde.
Él (Fuera de escena): ¡Ah! ¡Mis plumas ahora son verdes!
Ella: Ya viene tu padre, no te atrevas a mencionar nada sobre Dorotea.

Él entra.

Ella: ¡Cariño! ¿Tus plumas terminaron verdes?
Él (sollozando): Sí…
Ella (suspirando, viendo el color de las plumas, como si algo acabara de entender): No…

Doroteo sale y regresa con Dorotea. Dorotea parece una muñeca de trapo que es arrastrada por la voluntad de su hermano.

Él (chillando): ¡Es Horrible!
Ella (Mirando a Dorotea): No…

Doroteo sube al caballo junto con Dorotea y cambia el color del animal a verde. Dorotea parece una muñeca triste con ojos cerrados.


Ella (excitada, viendo el caballo): ¡NO!
Doroteo: Padres, he amado por siempre a mi hermana. Nacimos la misma mañana, la misma tarde, la misma noche y no puedo vivir sin su presencia. Es mi igual y a la vez mí opuesto por su sexo y color. No puedo evitar alimentarme de sus entrañas y darle de mi cuerpo. Ambos somos la quimera que alimenta al mundo y a la sociedad. Juntos existimos en las estrellas y jamás detendrán nuestro vuelo.

Al caballo le surgen unas alas enormes y empieza a elevarse mientras Doroteo eleva al gato muerto con su mano.

Flores: ¡El vuelo del verde!
Pájaro: ¡El narciso del espejo!
Ella: ¡La muerte de la madre!
Él: ¡La desdicha del Blanco!
Sirenas aladas: ¡El canto de la muerte!
Árboles: ¡El resoplo del viento!
Gato Muerto: ¡El instinto animal!
Dorotea (Abre los ojos con un rostro resplandeciente y vivaz): La vida tal cual es: una dualidad del padre y de la madre. Una sociedad asexuada a la amargura del instinto. La deshonra del verdadero amor apasionado, por el vampiro de la hipocresía del adiós.

Una luz resplandece sobre los hermanos y el caballo, esta se expande por todo el escenario cegando al público.
TELÓN

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